lunes, 4 de marzo de 2013

Misteriosas estructuras en Siberia,,, Russia


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Esta es otra de esas fabulosas noticias rusas que hay que tomarse con un grano de sal. A unos 800 kilómetros de Tunguska, en la Yakutia siberiana, hay otra región en la que se supone que aconteció un evento similar al de 1908. El suceso del Podkammenaya Tunguska está bien documentado y sigue siendo uno de los raros enigmas científicos compartidos tanto por hombres de ciencia estrictos como por los investigadores límite, pero de lo que supuestamente pasó hace ocho siglos en la zona del río Olguidakh sabemos bien poco. El lugar es respetado, si no temido, por los nativos -como ocurre con la Siberia en general, una tierra hostil que más vale tratar con tiento: kanun kotan, la tierra de los dioses malignos- y existe la creencia de que quien se queda demasiado tiempo allí enferma y muere: por ello las tribus nómadas yakutias lo llaman Uliuiu Cherkechekh, el Valle de la Muerte.
Por lo visto este valle -o valles- rodeado de taiga (bosques antiguos de coníferas, cerrados y poco transitados) es  una zona pantanosa infestada de mosquitos y con poca caza, lo cual de por sí justifica el nombre y el abandono por parte de los nativos. La leyenda habla de grandes construcciones hemisféricas de metal semienterradas, en las cuales no es juicioso permanecer demasiado tiempo. Estas estructuras, llamadas por los locales olguis (calderos) o kheldyu (casas de hierro), están asociadas a fenómenos extraños y enraizadas con la tradición popular que las atribuye a los demonios Niurgun Bootur Tong Duurai.
Ya en 1853, Richard Karlovic Maak, explorador conocido de la región, escribió: “En Suntar  [una aldea yakutia] me dijeron que en los cauces superiores del Viliui hay una corriente llamada el Timirbit de Algy (que se traduce como” la gran caldera hundida”) que fluye en el Viliui. Cerca de su banco en el bosque hay una caldera gigantesca hecha de cobre. Su tamaño es desconocido ya que solamente el borde es visible sobre la tierra, pero varios árboles crecen dentro de él.” En general las descripciones modernas parecen describir unos objetos de seis a nueve metros de diámetro que asoman del permafrost; sus paredes, de unos dos centímetros de grosor, en ocasiones aparecen partidas. El material que las constituye es similar al cobre pero recubierto de un pavonado oscuro muy resistente, en el que los cinceles no dejan huellas y los picos rebotan (¿no recuerda esto al interior del Pozo de la Media Luna en los montes Tatra, que también era esférico?).
En 1936 un un geólogo dirigido por nativos encontró uno de estos hemisferios de metal, de color rojizo, sobresaliendo de la tierra con un borde tan agudo que “cortaba una uña”. Se erguía inclinado de tal modo que era posible montar debajo de él en un reno. El geólogo envió una descripción de esto a Yakutsk, el centro regional. En 1979, una expedición arqueológica de Yakutsk procuró encontrar el hemisferio sin éxito.
Todas estas estructuras estarían situadas en un área cercana a lo largo del río que mencionamos antes, un tributario del Viliui cuyo nombre (Olguidakh) significa precisamente Río de las Calderas. Pero, ¿son de factura humana o son fenómenos geológicos? Si son artificiales ¿Qué antigüedad tienen? ¿Se han llegado a investigar adecuadamente en tiempos modernos?

Leyendas modernas

Algunos de los supuestos testimonios resultan extremadamente insólitos. Dejo aquí constancia de algunas de las mencionadas por Valeri Uvarov en su artículo, pero ninguna ha sido contrastada de manera fiable. Muchas de estas historias transcurren entre los años de posguerra y los ’70, una época en que la URSS se volvió tremendamente prolífica en asuntos del misterio: en parte como un sucedáneo racionalizado de la religión (censurada bajo el dominio soviético) y en parte como una forma velada de propaganda desestabilizadora dirigida a Occidente.
En épocas antiguas, el Valle de la Muerte era parte de una ruta nómada usada por los Evenk, de Bodaibo a Annybar y de allí a la costa del Mar de Laptev. Hacia 1936, un comerciante llamado Savvinov trabajaba en esta ruta; cuando se retiró, los habitantes abandonaron gradualmente esos lugares. Finalmente, el comerciante envejecido y su nieta Zina decidieron trasladarse a Siuldiukar. En alguna parte en la tierra entre dos ríos que se conoce como Kheldyu (“casa de hierro” en la lengua local), el viejo la condujo a un arco rojizo pequeño, levemente aplanado donde -bajando por un pasadizo en espiral-  había cierto número de compartimentos de metal en los cuales pasaron la noche. El abuelo de Zina le dijo que incluso durante las heladas más severas hacía calor en aquellos compartimentos.
En tiempos pasados, hubo hombres atrevidos entre los cazadores locales que durmieron en estos camarotes; pero comenzaron a caer seriamente enfermos, y los que habían pasado varias noches seguidas allí pronto murieron. De tal manera los locales aprendieron a no aventurarse demasiado en la cercanía de estas instalaciones.
Gutenev y Yuri Mikhailovsky, dos investigadores que vivían en Mirny (Yakutia), informaron que en 1971 un viejo cazador perteneciente al pueblo Evenk había dicho que en el área entre dos ríos conocida como Niugun Bootur (“ardiente campeón“) y Atadarak (“lugar del tridente“) hay sobresaliendo de la tierra una especie de estoque que da lugar a su nombre -un arpón “muy grande” de hierro, con tres puntas- mientras en el área entre dos ríos conocida como como Kheliugur (“gente de hierro“) hay una especie de madriguera de hierro en la cual se encuentra gente con ropa de hierro, delgados y obscuros y con un solo ojo. “Dijo que podría llevar a quien quisiera allí, y que no estaba demasiado lejos, pero nadie le creyó. Al cabo de un tiempo el viejo murió“.
Algunos ancianos contaban que estando en el lugar llamado Tong Duurai hay una corriente llamada Ottoamokh (“agujeros en la tierra“) y alrededor de ésta hay unas aberturas increíblemente profundas conocidas como “los abismos rientes”. Ese mismo nombre también se encuentra en leyendas que indican que ésta es la casa de un gigante ardiente que destruye todo alrededor. Aproximadamente cada seis o siete siglos, una bola de fuego monstruosa brota de allí y vuela hacia alguna parte en la distancia y (juzgando por las crónicas y leyendas de otras gentes) estalla, o estalla directamente sobre su punto de salida- como resultado de lo cual el área en cientos de kilómetros la redonda se ha reducido a un desierto chamuscado de rocas.
Las leyendas yakutias contienen muchas referencias a explosiones, a torbellinos ardientes y a esferas ardientes levantándose por el aire; y todos esos fenómenos están de alguna manera u otra asociados a las construcciones misteriosas de metal encontradas en el Valle de la Muerte. Algunas de ellas son grandes, redondas, “casas de hierro” que se mantienen en pie con numerosos contrafuertes laterales. No tienen ventanas ni puertas, solamente una boca espaciosa en lo alto de la bóveda. Algunas de ellas se han hundido casi totalmente en el permafrost, dejando solamente una protuberancia en forma de arco apenas visible en la superficie. Testigos que no se conocen entre sí describen esto como la ”casa resonante de metal“. Otros objetos dispersos a través del área son tapas hemisféricas metálicas que cubren algo desconocido. Las leyendas yakutias dicen que las esferas ardientes son producidas por ”orificios que arrojan humo y fuego” con una “tapa de hierro que golpea”.
En los años 50, los militares soviéticos inspeccionaron esta área, evidentemente debido a la población excepcionalmente escasa en sus franjas norteñas, y condujeron una serie de pruebas atómicas allí. Una de las explosiones tuvo resultados inesperados, y los especialistas extranjeros todavía están especulando sobre él.
La estación Deutsche Welle de la radio alemana divulgó en septiembre de 1991 que, cuando un dispositivo nuclear de 10 kg. fue probado en 1954, por razones desconocidas la intensidad de la explosión excedió los cálculos en un factor de 2 a 3000, alcanzando 20-30 megatones  -como fue registrado por los laboratorios sísmicos alrededor del mundo. La causa de una discrepancia tan significativa en la energía de la explosión sigue siendo confusa. La agencia de noticias TASS dio un aviso de que una bomba de hidrógeno compacta había sido detonada a cierta altura, pero más adelante resultó que este dato era incorrecto.
Mikhail Koretsky de Vladivostok escribe sobre sus experiencias en la región (1933, 1937 y un último viaje en 1947): “El ‘ valle de la muerte ‘ se extiende a lo largo de un tributario derecho del río de Viliui. En realidad es una cadena entera de valles a lo largo de sus tierras inundadas. Las tres veces estuve allí con un guía, un yakutio.(…)  En cuanto a objetos misteriosos, hay probablemente muchos de ellos allí, en tres años vi siete de esas ‘ calderas ‘. Todas me dejaron totalmente perplejo por una cosa, su tamaño -entre seis y nueve metros de diámetro. En segundo lugar, estaban hechos de algún metal extraño. Todos lo han descrito como que estaban hechos de cobre, pero yo estoy seguro que no es de cobre. La cosa es que incluso un cortafrío afilado no marcaba las calderas (lo intentamos más de una vez). El metal no se rompía ni alteraba con un martillo. En cobre, un martillo habría dejado definitivamente abolladuras sensibles. Pero este ‘ cobre ’ estaba cubierto con una capa de un material desconocido que se asemeja al esmeril. (…) Observé que la vegetación alrededor de las calderas era anómala , totalmente diferente de la que crece alrededor. Es mas opulenta: lampazos de grandes hojas;  juncos muy largos; hierbas extrañas, de una o dos veces la altura de un hombre. El grupo entero (seis personas) pasamos la noche en una de las calderas. No detectamos nada malo, y dejamos el lugar tranquilamente sin ninguna clase de experiencia desagradable: nadie cayó enfermo, excepto que tres meses más adelante, uno de mis amigos perdió todo su cabello. Y en el lado izquierdo de mi cabeza (el lado sobre el que dormí recostado), me aparecieron tres pequeñas manchas dolorosas del tamaño de una cabeza de fósforo. He intentado librarme de ellas toda mi vida, pero todavía están conmigo.”(…)
“Ninguno de nuestros esfuerzos para sacar aunque sea un pedazo pequeño de las calderas tuvo éxito. La única cosa que pude traerme fue una piedra: no una piedra ordinaria, sino que era media esfera perfecta, de seis centímetros de diámetro. Era de color negra y sin ninguna muestra visible de haber sido trabajada, igualmente era muy lisa como si estuviera pulida. La cogí del piso de dentro de una de esas calderas.”
“Llevé mi recuerdo de Yakutia conmigo a la aldea de Samarka, districto de Chuguyevka, región de Primorsky (el lejano este soviético), donde mis padres vivían en 1933. Estuve allí un tiempo sin nada que hacer y mi abuela se decidió a construir una casa. Necesitábamos poner el cristal en las ventanas y no había cortavidrio en la aldea entera. Intenté entonces cortarla con el borde de la media esfera de piedra, y resultó cortar con facilidad asombrosa. Después de eso, mi hallazgo fue utilizado a menudo como si fuera un diamante por todos nuestros parientes y amigos. En 1937 di la piedra a mi abuelo, pero ese otoño lo arrestaron y fue llevado a Magadan donde siguió viviendo sin que le hicieran ningún juicio hasta 1968, fecha de su muerte. Nadie sabe dónde terminó mi piedra.”
Koretsky enfatiza que en 1933 su guía yakutio le dijo lo siguiente: cinco o diez años antes, él había descubierto varias calderas esféricas que sobresalían por encima de la tierra a más altura que la de un hombre. Parecían totalmente nuevas. Los cazadores las habían visto posteriormente también, pero en esas ocasiones estaban rotas y dispersas. Koretsky también observó que cuando él visitó una “caldera” una segunda vez, luego de pasados pocos años, que ésta se había hundido apreciablemente en la tierra.

Leyendas antiguas

Los pueblos de esta parte del mundo no son de los que suelen aparecer en las recopilaciones de leyendas pintorescas, aunque la UNESCO ha colocado al Olonjo (la narración cantada de epopeyas heroicas) en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Es difícil encontrar referencias, y la única fuente relacionada con los eventos explosivos tiene pinta de estar contaminada: es demasiado obvia (ciudades flotantes y túneles de hierro, ese tipo de cosas).
Básicamente las creencias hablan de un fenómeno deificado al que se dan diferentes nombres según sus efectos hayan sido benévolos o no, pero que consiste en la salida de grandes bolas de luz desde simas en el suelo acompañadas de gran estruendo, bolas que finalmente estallan provocando la devastación del área circundante. Esto está vinculado a Agdy -el dios del Trueno, con aspecto de anciano- y sus Pájaros de Trueno (grandes, negros y de hierro con fieros ojos brillantes) que habitan en el inframundo, Khergu (Suslov, 1931).
El primero de estos objetos que interactuó con las tribus nómadas no provocó ningún daño y el segundo aniquiló a un pueblo vecino enemigo, con lo cual el demonio se denominó como Niurgun Bootur “campeón ardiente”. Aquí se puede oír parte de la epopeya.
Siglos después ocurrió un evento similar con resultados desastrosos: esta vez apareció Uot Usumu Tong Duurai, lo que se puede traducir como “el extranjero criminal que perforó la tierra y ocultado en las profundidades, destruyó todo a su alrededor con un torbellino ardiente”. Cabe indicar que también antes del objeto principal se vio otro, el mensajero divino Dyesegei — el campeón Kiun Erbiie que cruzó el firmamento como una estrella fugaz para advertir a Niurgun Bootur de la batalla que venía. Entonces Niurgun Bootur luchó contra Tong Duurai, desencadenando un cataclismo. Este tipo de “combates” se han repetido raramente, por lo visto la última vez hacia el siglo XIII. Por los resultados de las investigaciones arqueológicas realizadas en la región superior del Viliui por S. A. Fedoseyeva (Arkheologicheskiye pamyatniki Yakutii: basseyny Vilyuya, Anabara i Oleneka, 1991), el establecimiento intermitente, por épocas, de este territorio se puede remontar aproximadamente  al cuarto milenio A.C.. Pasado el primer milenio D.C., la línea del desarrollo histórico se interrumpe – y esto no contradice la fecha posible de la última explosión histórica tradicionalmente constatada, en 1380.
Esta historia de proyectiles explosivos partiendo de pozos subterráneos recuerda bastante a las historias indígenas que rodean a las míticas ciudades perdidas del Amazonas, que según la narración de Karl Brugger sobre Akakor formaría parte de un sistema de defensa sumamente sofisticado, aunque también puede recordarnos a misiles nucleares o a emanaciones volcánicas. Es bueno apuntar la referencia pero mejor no dejarse llevar demasiado por la imaginación.

Teorías

Partiendo de lo más racional a lo más aventurado, las teorías acerca de estas estructuras son poco más o menos las siguientes:
- No existen. Es todo mentira. Las historias populares sobre calderas de hierro son sólo tradiciones populares, y sobre ello se construyó el montaje de las “cosas” alienígenas mediante retoques fotográficos, manipulación de datos y aprovechando lo poco que se conoce la región.
- Se trataría de alguna formación geológica no clasificada, algún tipo de cueva sobre la que se depositaran óxidos férricos, geodas gigantes o tal vez burbujas de lava (recordemos los túneles de lava de las Canarias). Tal vez la misma actividad volcánica residual podría explicar las sacudidas y las emisiones de material que describen las leyendas.
- Son construcciones de alguna cultura desconocida, anterior a la llegada de los pueblos nómadas e incluso anterior a los tiempos en que Siberia se convirtió en una tundra helada. Lo curioso es que no persista ningún resto de artefactos o escritura en este entorno.
- La teoría de Uvarov es la más exótica: se tratarían de instalaciones de alguna civilización desconocida (¿terrestre o no?) de increíble tecnología y funcionamiento automático, cuya finalidad sería proteger al planeta del impacto de objetos celestes. Otras instalaciones se repartirían por el globo formando un escudo de defensa; el evento de Tunguska sería un ejemplo de cómo “Niurgun Bootur” abrió fuego sobre un fragmento cometario, a tiempo de evitar el impacto pero demasiado tarde para evitar la devastación de aquella región en 1908. Pero como se suele decir, afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias…

La dura realidad

El gran problema de todos estos datos es que no podemos comprobar su veracidad ni tampoco negarlos abiertamente. La inmensidad boscosa de Siberia resulta muy difícil de explorar, y a menudo los propios nativos se confunden de una estación a otra ya que la geografía es monótona y variable: son las masas vegetales las que cubren, descubren y forman hitos para poder moverse. Es posible que los nuevos medios -GPS, fotografía satelital- fuesen de gran ayuda, pero también son caros.
Por otra parte está la contaminación informativa: gran parte de lo que sabemos proviene de una o dos fuentes poco fiables, y me ha costado trabajo extraer los puntos verificables. por ejemplo las leyendas de Niurgun Bootur existen, así como el tratado de antropología ártica de Fedoseyeva, pero no he encontrado ninguna información sobre el “terremoto y gran oscuridad” coincidente con la batalla del Campo de Kulikovo en septiembre de 1380 ni datos independientes acerca de otros casos de hallazgos de olguis.

Valery Uvarov

Casi toda la información que hay en la red concerniente al tema consiste en la reiteración de un texto escrito por un tal Dr. Valery Uvanov, director de la Academia de Seguridad Nacional rusa. Leyendo la letra pequeña descubrimos que lo es concretamente del Departamento de Investigación OVNI, Paleociencias y Paleotecnología de dicha Academia.
Las informaciones repetidas en castellano, inglés, francés e italiano, por poner algunas, repiten párrafo por párrafo el artículo de Uvarov. Esto es propio del periodismo de hoy en día, pero me picaba un poco la curiosidad por la horizontalidad de los datos, y el misterioso cargo académico: la Academia de Ciencias rusa tiene, ciertamente, el mayor instituto de paleontología del mundo, pero nada parecido a “paleotecnología” (que por otra parte es un término que me encanta). Al final, resulta que la “Academia de Seguridad Nacional” es una institución privada sin ánimo de lucro, registrada en Vsevolojsk*, Koltusheskoe shosse, 138. Por lo visto Uvarov utiliza esta sociedad para sostener sus giras y conferencias por el mundo, aunque en Rusia poco saben de él. Aparece también en algunas páginas de ufología promocionando temas de energía piramidal, OVNIs en el pasado y además colabora con la revista NEXUS que trata de estos mismos temas.
















Fuente Original::Elece.Net










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